jueves, 31 de mayo de 2018

La fiesta del Corpus Christi en Badajoz




BADAJOZ SIEMPRE FESTEJÓ EL CORPUS
DE MANERA ESPECIAL.

Badajoz siempre se ha distinguido entre las ciudades que celebraban la fiesta del Corpus Christi. La solemne Procesión, que, por concesión especial, sale por la tarde desde la Catedral, recorre las calles y plazas con gran pompa y religiosidad. Con su espléndida Custodia, en donde es llevado en triunfo el Cuerpo de Cristo, con humeantes incensarios, con músicos que estremecen los aires con sus melodías. Las calles tapizadas de flores o follaje al paso de la Eucaristía, los balcones engalanados con hermosas colgaduras, los niños de primera comunión nerviosos, los clérigos de blancas albas, los fieles mostrando igualmente su respetuoso y ardiente fervor religioso, rindiendo homenaje público a Jesús.
Tal era el entusiasmo de fe en la Eucaristía, que cuando llega el Obispo D. Francisco Valero y Losa en 1708 a nuestra ciudad, queda sorprendido de esta devoción, que observa tan  arraigada. Inmediatamente reúne al Cabildo de la Catedral y muestra “el deseo de que se haga un Tabernáculo con gran magnificencia y grandeza, muy lleno de tallas, figuras y pinturas para nuestra Catedral, que fuera digno de las Eucaristías que se celebraban, especialmente el día del Corpus”. Y manda hacer el “costosísimo y primorosísimo” que tiene el Altar Mayor, de estilo barroco. Y que hasta el día de hoy se puede admirar.
Pero esta explosión de júbilo no se manifestaba solamente en los ritos litúrgicos. También en los actos populares. En este día se colocaban a los pies de la Torre unos entarimados y se representaban Autos-Sacramentales. Acudían los niños con sus zapatos nuevos, camisa blanca y pantalón corto. Iban agarrados de la mano de sus madres. Ella, con su falda larga y blusa recién estrenada, luciendo el broche sobre el pecho, las relucientes pulseras y los llamativos pendientes. El padre les acompañaba con el traje nuevo y la silla en la mano para descansar durante la función. La plaza de san Juan se llenaba de gente. Allí permanecían atentos y gozosos contemplando a los comediantes que estimulaban y deleitaban a los fieles.
Estos espectáculos fueron degenerando al representar comedias profanas que desdecían de la religiosidad en tales conmemoraciones. Y el Obispo D. Juan de Herreros manda suprimirlos después de oír “los pareceres de hombres doctos y catedráticos de universidades”, documento que firma el 8 de julio de 1680 el Notario Mayor D. Sebastián Aldana. Esto no fue óbice para que siguiera celebrándose la fiesta con gran esplendor y entusiasmo.
También las autoridades civiles estaban sensibilizadas con esta fiesta, se adhieren a ella y organizan corrida de toros, junto con otras actuaciones. Así, el Ayuntamiento de Badajoz acordó en Abril de 1633 que “porque la fiesta más lucida y celebrada en esta ciudad es la del Corpus Christi y por más festejo de ella, el lunes antes del día de dicha fiesta haya una alegría de toros en que se lidien 12 toros y se nombren comisarios a los Srs. Jorge de Silva y Domingo Díaz Jaramillo, regidores”.

En nuestros tiempos de democracia, los cristianos han quediro dejar los espectáculos que puedan distraer lo proncipal: el gran Don de la Eucaristía.
Una tarde-noche se reunió Jesús con sus discípujos. Les dijo: “Ardientemente  he deseado comer esta Pascua con vosotros.” Era un momento solemne. Escucharon con atención y respeto. Juan y Pedro, que estaban a la izquiera y derecha del Maestro, se miraron atónitos.
Jesúcristo tomó pan, lo partió, lo bendijo y, con voz de majestad suprema, pronunció estas palabras sublimes: “Tomad, comed, este es mi cuerpo, que es dado por vosotros”. Después tomo el cáliz lleno de vino, hizo sobre él la bendición y dijo: Bebed todos de él, pues esta es mi sangre que será derramada por muchos” (Mt. 26, 20-28).
Ninguno se atrevió a replicarle. Sabían que sus palabras eran vida y su fuerza la habían experimentado en muchas ocasiones. Que dijo  a los vientos que se serenaran y callaron los vientos. Que dijo a un muerto que volviera a la vida y con sola supalabra quedó resucitado. Que dijo a un enfermo que desapareciera la fiebre y quedó sano. Su palabra no la podían poner en duda Comieron reverentes y bebieron.
Jesucristo no se quedó ahí, quería que eso quedase en su Iglesia hasta el fin del mundo. Y dio poder a ellos para que lo hicieran, y para que fuesen comunicando la misma potestad a los sucesores. Por eso los cristianos, lo mismo que aquellos hombres, creemos que Jesucristo, en la Eucaristía, se ha quedado con nosotros para ser nuestro compañero de viaje y nuestro alimento. Motivo gozoso que celebramos de modo solemne y público el día del Corpus Christi. Una fiesta que estableció el papa Urbano IV en 1264, con regocijo de la  Iglesia Universal.     

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