LA VIRGEN DE FÁTIMA EN BADAJOZ
La
noticia.
Hay
fechas inolvidables. Era el año 1947. El recordarlas hace vibrar nuestro
espíritu y nuestros sentimientos, que, como águilas voladoras, se elevan
gozosos.
Un
magno acontecimiento religioso se iba a producir en nuestra Capital. Merced a
las gestiones y fervorosos ruegos de nuestro Sr. Obispo D. José María
Alcaraz y Alenda, y gracias a la amistad que le unía al Sr. Arzobispo de
Évora y al Sr. Obispo de Leiría, la auténtica imagen de la santísima
Virgen de Fátima, que se venera en Cova de Iría y que estaba recorriendo
excepcionalmente la provincia portuguesa de Évora, al acercarse a Elvas,
entraría en Badajoz y permanecería dos días en nuestra ciudad.
Con
vivas muestras de alborozo recibió el Cabildo de la Catedral esta
noticia, y acordó que urgentemente se hicieran los preparativos necesarios para
recibir en la Catedral la imagen de tal excelsa Señora. Encomendó al servicio
de limpieza se hiciese una extraordinaria en el Templo; que se pusieran las
colgaduras de terciopelo; que se limpiaran, con gran esmero, todos los objetos
de metal destinados al culto y se adornase con el mayor gusto posible el Altar
Mayor y el Altar portátil que había de instalarse delante del púlpito, al lado
del Evangelio, en donde la venerada imagen de Fátima, debidamente resguardada
por las artísticas verjas de hierro del Templo, recibiera los homenajes de los
fieles.
La
visita.
Y
llegó el día. Era el 25 de Octubre de 1947. Nos lo relatan las Actas
Capitulares de nuestro Archivo Catedralicio y el Boletín Oficial del Obispado.
Se presenta en la frontera portuguesa de Caya la imagen milagrosa de Fátima,
acompañada de fervorosos fieles del país vecino. Y es recibida, con sentido
entusiasmo, por nuestras autoridades provinciales, eclesiásticas, civiles y
militares, y un gran número de personas que se habían desplazado, unos en
motos, otros en bicicletas y los más caminando.
De
verdadera apoteosis, califican las crónicas de ese día, el recorrido que hizo
desde el puente internacional de Caya a nuestra ciudad. Fue tan intenso el
entusiasmo del público, que no permitió que la Santísima Virgen hiciera el
viaje en una carroza motorizada, como se había proyectado, sino a hombros de
fieles devotos, con el acompañamiento de una multitud inmensa, que no conoció
fatiga, a pesar de los kilómetros que de la ciudad les separaban, y que no
cesaban en sus emocionantes cantos a nuestra Señora.
Los
aviones de la Escuela de Pilotos de esta ciudad, evolucionaron durante su
recorrido, arrojando flores sobre la imagen.
En
Badajoz.
El
entusiasmo aumentó, si cabe, al llegar la comitiva a Puerta de Palmas, donde se
hizo la recepción oficial. Allí, miles de personas, que esperaban, aclamaron y
vitorearon a nuestra señora de Fátima, agitando pañuelos que parecían
acompañar a las blancas palomas que se posaban a los pies de la Virgen.
Las
calles, todas, estaban abarrotadas de público, con cantos que continuaban sin
cesar, los balcones profusamente adornados, una lluvia de rosas caía sobre la
beatísima imagen.
En
la plaza.
En
la entrada principal del Ayuntamiento se levantó un bellísimo altar, donde pudo
contemplarse la imagen de la Santísima Virgen. El Sr. Alcalde dirigió
una sentidísima alocución, interpretando el entusiasmo y cariño del pueblo de
Badajoz, que se hallaba congregado en la plaza de san Juan. Le hizo la ofrenda
de una hermosa placa, circundada por un rosario de oro y enriquecida con
motivos ornamentales, en los que figuraban la santísima Virgen de la Soledad y
san Juan Bautista, como patronos de la ciudad.
Las fuerzas militares rindieron
honores a la venerada imagen.
En
la Catedral.
Y
entre vivas y atronadores aplausos la santísima Virgen de Fátima fue traída a
la santa Iglesia Catedral, donde recibió día y noche el homenaje de
todos sus hijos, no solo de Badajoz, sino de la provincia, que habían acudido
en nutridas representaciones locales.
A
partir de aquel momento comenzaron las Horas Santas, interrumpidas
solamente por el Oficio Coral y la conmovedora procesión de las antorchas.
Diecinueve fueron las Horas Santas, en las que figuraban las Entidades todas y
Organismos Oficiales, la Adoración Nocturna, la Acción Católica, las
Congregaciones Marianas, los Colegios profesionales, los centros de Enseñanza y
las Asociaciones religiosas.
Ceremonias.
El
día siguiente, festividad de Cristo Rey, ante la presencia de la imagen de la Virgen
de Fátima y con la asistencia del Sr. Arzobispo de Évora, nuestro
Sr. Obispo ofició una solemnísima Misa Pontifical e impartió la bendición
papal, por concesión especial. Este templo, el principal de la diócesis,
ofrecía un espectáculo verdaderamente magnífico. Era tanta la concurrencia de
los fieles que sus amplias naves resultaban insuficientes.
Como
también fue impresionante la procesión de las velas, que encendidas en
la oscuridad de la noche, mostraban nuestra fe y nuestra esperanza en la
Señora.
La
Misa de enfermos que se celebró el día 27 en este
templo Catedralicio presentaba un aspecto conmovedor: Centenares de enfermos
traídos por sus familiares, muchos de ellos en camillas, esperaban ansiosos la
bendición del Señor en la Eucaristía, en donde habían puesto toda su ilusión y
que el Sr. Arzobispo de Évora y el Sr. Obispo de Badajoz con gran unción iban
realizando.
A
las cuatro de la tarde de ese día 27 de octubre de 1947, salió de Badajoz la
venerada imagen. Recorrió las calles principales y su última prueba de amor la
recibió de todo el vecindario en Puerta de Palmas. Y no pocos le acompañamos
hasta la frontera de Campomayor.
Efectos.
Badajoz
y su provincia vivieron unos días auténticamente inolvidables. La visita quedó
un aroma de espiritualidad y un fruto religioso tan fértil, que se adquirió
inmediatamente una imagen de la Virgen de Fátima con las generosas limosnas de
los fieles. Que se organizó la Asociación de los Cruzados de la Virgen
de Fátima en nuestra ciudad para conservar y propagar la devoción a nuestra
señora. Que se le hizo en la Capilla de las reliquias de la Catedral un hermoso
altar de mármol en el que está grabada la imagen junto con el anagrama del Ave
María y el Agnus Dei. Y que el año 1968 se traslada a la Capilla del Sagrario
para que puedan tener cabida sus numerosos devotos.
Así sucedió y así lo cuento.
Cristino
Portalo Tena
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