miércoles, 25 de abril de 2018

Raíces Cristianas de Europa



RAÍCES CRISTIANAS DE EUROPA

El año pasado hubo un gran debate sobre las raíces cristianas de Europa. Querían que se hiciese mención de ellas en la Unión Europea. Al final, el Tratado Constitucional se quedó sin la mención al cristianismo y con un somero recuerdo sobre el papel de las religiones en la construcción comunitaria. Pero basta un breve repaso histórico para descubrir hasta qué punto están ligadas al cristianismo. Y, por supuesto, España. A fuer de sinceros, tendremos todos que admitir que la brisa que respiramos no puede venir de otro mar.
Basta con tener  oídos para oír y ojos para ver para comprenderlo. Händel (1685-1759), el músico de quien el genial Beethoven decía que era el mayor compositor que ha existido, se expresaba así estando en Inglaterra, cuando le preguntaron por el estilo de sus obras: “Llegué a comprender el verdadero espíritu  de la cultura inglesa, que está relacionado con el espíritu cristiano.”
Habría que estar sordo para no percibir tantas y tan bellas composiciones como se han producido durante estos siglos que penetran por nuestros oídos con su agradable sonido y sus sorprendentes palabras que nos susurran en cristiano.
EN CIUDADES.
Vayamos a cualquier ciudad europea. Abramos los ojos. Contemplaremos las maravillosas Catedrales que gritan el pujante cristianismo que en ellas floreció durante siglos. La gran Catedral en Colonia, la de Ámsterdam, la de Bruselas, la de Cracovia, la de Praga, la de Berlín... y no sigo, caro lector, para no cansarte. Quizás la conozcas tú mejor que yo. Y las, también, hermosísimas Catedrales de ciudades españolas. Ahí están para que las contemplemos. Ellas nos gritan las vivencias de nuestra sociedad durante siglos.
EN PUEBLOS.
Y no sólo en ciudades, en cualquier pueblo, por muy pequeño que sea, se alzan las iglesias que dan testimonio de ello. Y encontramos imágenes en las calles, en las casas, en los cruces de caminos y en los campos, que proclaman virtudes cristianas. Y, sobre todo,  encontramos presente constantemente la cruz, que es el símbolo cristiano.  Había que estar ciegos para no ver las costumbres de nuestros antepasados y sus vivencias.
Con razón el Papa JUAN PABLO II  dijo cuando, en 1982, estuvo en Santiago de Compostela: Yo, obispo de Roma y pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tu misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. Y estaba tan convencido, y lo creía tan importante, que volvió a decir en el mismo lugar, el año 1989: Deseo una Europa sin fronteras, que no reniegue de las raíces cristianas, sobre las que surgió, y que no renuncie al auténtico humanismo del Evangelio de Cristo. 
EL INICIO.
La propagación empezó en Constantino. Este emperador (años 274-337) abandonó sus anteriores creencias paganas y se convirtió al cristianismo. Desde ese momento, comprendió al verdadero Dios, el amor que nos había propagado por medio de Cristo y la paz que quería reinase entre los hombres.
Presidió el concilio de Nicea para evitar la cizaña del arrianismo que amenazaba  a su nueva doctrina. Y preparó el terreno para la buena siembra que inicia la Europa cristiana medieval. Se dice que empezó en Constantino, pero fue su propagación sin persecuciones, porque cuando realmente dio comienzo, fue en el año 1 de nuestra era. Con tanta importancia brilló que cambió el calendario. Año Cero, Nueva Era. Y oficialmente  desde el siglo XIV, se enumeran los días, y los años Antes de Cristo o después de Cristo.
Los siguientes emperadores a Constantino continuaron dando protagonismo a las enseñanzas  cristianas, pero el que le dio un gran impulso fue el emperador Carlomagno (años 800-814). Todo su inmenso poder y prestigio lo puso al servicio del cristianismo,  a la copia de los libros sagrados, a la enseñanza del latín como lengua común, a la vida de los religiosos. Su vida personificaba la fusión de las culturas germánica, romana y cristiana, que se convertiría en la base de la civilización europea.
Este legado de Carlomagno lo comprendieron muy bien dos frailes. Eran Cirilo y Metodio. Estos dos hermanos parecían dos torbellinos. Estudiaron gramática, retórica, matemáticas, astronomía, física, música, filosofía y teología. Todo este bagaje del saber lo emplearon en misionar a los pueblos no creyentes. La labor de estos dos hermanos fue inmensa hasta tal punto de rebasar los límites de lo históricamente comprobado. Ellos fueron los que se encargaron de que el cristianismo fuera el elemento unificador  de países con recorridos históricos distintos, como Irlanda, Alemania, Dinamarca, Austria, Suecia, Chequia, Finlandia, Polonia, Hungría, Rumanía, Suecia, España.
En el año 860 son enviados a contactar  con judíos y sarracenos y discutir con ellos. En el año 863 a predicar a pueblos eslavos, inventan el alfabeto cirílico que está basado en caracteres griegos y con algunas modificaciones configura los actuales alfabetos del ruso, del ucraniano, del bielorruso, del servio y del búlgaro. Para estos tradujeron el Nuevo Testamento.
Influyeron en moravos, eslavos, búlgaros, polacos, croatas y servios, macedonios, búlgaros, ucranianos y ruso. Estos pueblos los reconocen  como sus padres en la fe, los que pusieron los pilares de su cultura. Fueron la ciencia y las columnas en las que se basa la idiosincrasia de estos pueblos europeos.
Hicieron tal labor cristiana que la Iglesia los tiene como santos y patronos de Europa.

EDAD MEDIA

Martín Lutero era ferviente cristiano, educado según la vivencia de la sociedad de entonces. Nació en Eisleben de Alemania en 1483. Estudió  en la Universidad de Erfurt. Quiso vivir con más intensidad la fe cristiana y decidió ingresar en un Monasterio. Profesó como monje y se ordenó sacerdote.
Pensó que era la mejor manera de difundir y asentar la fe que él profesaba y que en Europa hervía con esperanza valedora. Pero detectó unas costumbres que no le agradaban. De hecho, ya asomaban algunas críticas por diversos lugares. Y formó el revuelo en el año 1517. No quería dejar de ser cristiano, pero ansiaba que se cambiaran algunos conceptos que a él no le gustaban. Y predicó el gran cambio. Lo que se llama “la Reforma Protestante”. Su influencia  se extendió  por el norte y éste de Europa.
Uno de los conceptos concretos que predicó fue que “nada de imágenes en las Iglesias. Que las figuras que había en esculturas y pinturas de Cristo, de la virgen María, de los santos y santas no tenían que verse en los templos, que ese lugar era sólo para orar y predicar”. ¿Y qué pasó entonces? Ocurrió que los cristianos auténticos se llenaron de coraje y propusieron que las imágenes fueran veneradas en el tempo y fuera de él.
Las Hermandades, que se dedicaban a la piedad, a la oración y a ejercer la caridad con sus socios, se convirtieron en Cofradías, cuyo fin principal es el culto público. Y sacaron de los Templos a las imágenes para proclamar su fe, siendo focos de irradiación católica.
Y así empezaron las procesiones  exhibiendo las figuras de los santos y, sobre todo, de Cristo y de la Virgen María, para pregonar la importancia que tenía lo que ellas representan para los cristianos. Y salieron a las calles, a las plazas y a los campos.
Por ello, la Semana Santa sigue mostrándonos nuestras costumbres cristianas, raíces que no se olvidan. Impresionantes desfiles, llenos de arte. Con gusto exquisito nos preparan las imágenes de Cristo y de María. Pero en ellos vemos nuestra propia fe. El Hijo de Dios hecho hombre para redimirnos de nuestra soberbia, de nuestras ataduras. Sangrando, con corona de espinas, clavado al madero sus manos y pies a golpe de martillo, sudando el sufrimiento que por nosotros reparaba. Y la Virgen María, la madre e intercesora de los cristianos, la blanca paloma, triste con la angustia de ver al Hijo dolorido.
Estas procesiones no nacieron por mandato del superior, fueron elaboración espontánea y colectiva del pueblo, estructuradas con el calor y sentimiento del pueblo, en sus manifestaciones externas e internas. Porque así ha sido España, así ha sido Europa.
Cristino Portalo Tena,



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