El día 10 de diciembre de 1866, a las 7 de la
tarde, con ocasión de inaugurar la línea
de ferrocarril de Ciudad Real a Badajoz, llegó a esta capital S. M. la Reina Dª
Isabel
II, acompañada de su augusto esposo S. M. el Rey D. Francisco de Asís, Srmo Sr.
D. Alfonso, Príncipe de Asturias, y S. A. R. la Infanta Dª María Isabel Luisa
Fernanda, dirigiéndose a la Santa Iglesia Catedral, en medio de las entusiastas
aclamaciones de un gentío inmenso que llenaban las calles y plazas, que no se
cansaba de verla y admirar en ella las gracias de la juventud, la disposición
airosa de su cuerpo, el agrado de su semblante, sus modales nobles y halagüeños, su afabilidad, bondad y religión.
La puerta de san Juan estaba adornada con un gran Arco
Triunfal, el Escudo del Cabildo y banderas Nacional y Pontificia. Una alfombra
cubría la escalinata que desde dentro de la Iglesia se extendía hasta la acera.
También estaba iluminada la fachada de la puerta de la Antigua y hasta la
Iglesia, con cuantas velas pudieron colocarse, y la Torre como se acostumbraba
en las grandes solemnidades.
En el Templo esperaban el Ilmo. Sr. Obispo y Sres.
Capitulares. Entraron el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, el Sr.
Ministro de Estado, el Sr. Ministro de Fomento y el Sr. Obispo de Coria con Sus
Altezas Reales y acompañamiento. Tomaron el agua bendita y se dirigieron al
Altar Mayor, en donde se colocaron bajo dosel y sobre cojines. Se entonó el
Te-Deum, que se cantó a toda orquesta, y, después de las oraciones del Prelado,
se dio por finalizado el acto.
El martes día 11 marcharon SS. MM. a Portugal. En la mañana del día 15
regresaron a nuestra Capital, se dirigieron a la Catedral con todo su acompañamiento para oír misa rezada,
que ofició el Sr. Obispo D. Fernando Ramírez.
También asistió el Excmo. Sr.
Arzobispo Claret, confesor de S. M., quien antes de la llegada de los Reyes
predicó durante media hora, sobre la existencia del alma, a los fieles y clero,
que llenaban el Templo.
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