miércoles, 23 de enero de 2019

Visita de dos ministros







VISITA DE DOS MINISTROS
(Eran otros tiempos)


            D. José María Alcaraz y Alenda era ya un anciano, estaba de Obispo Titular de Badajoz a partir del año 1930. Ahora, desde hace años, su ciclo vital humano estaba en decrepitud. Cualquier dolencia, por muy simple que fuera, se le agravaba y tenía que ser atendido con un cuidado especial por su médico de cabecera, el doctor Encinas de la Rosa.

Convivían con él su Capellán, el sacerdote D. Valentín Sánchez Merino y Pepe Ferreras, un  joven que estuvo de paje familiar desde que era pequeño. Ambos tenían un cuidado esmerado con el Sr. Obispo D. José María. Siempre pendientes de él para lo que necesitara.

Recuerdo que en el año 1953, el último año de mi carrera, cuando en el verano marchó de vacaciones su Capellán, D. Valentín, se acercó a mi casa el paje familiar. Era por la tarde:
            Dice el Sr. Obispo que vayas.
            ¿Yo? ¿Y qué desea de mí?
            No sé, pero me ha dicho que vayas allá.

Me puse la sotana, los mejores zapatos que tenía, me limpié las uñas pues sabía lo que se fijaba en los detalles. Y allí me presenté.
Le saludé respetuosamente y me contestó con una sonrisa, de las que solía verle solamente cuando iba al Seminario Diocesano a visitarnos, siendo yo muy niño.

            Siéntate, que vamos a rezar el Santo Rosario –me dijo.
Frente a frente, sentado él en brillante butacón y yo en una silla elegante, separados por la mesa del despacho, estuvimos rezando el Rosario. Cuando terminamos, levantó la vista y mirándome fijamente, me soltó con la parsimonia que él solía hacerlo:

            Ven todas las tardes para acá. Y por las mañanas, atiende a las visitas.
Tuve que aprender los necesarios protocolos.

                         LA VISITA
Un día sonó el teléfono:
            ¿Diga?
            Soy el Gobernador de la Provincia. Ha venido de Madrid el Sr. Ministro de la Vivienda y quiere cumplimentar al Sr. Obispo, dígame cuándo podemos ir.

            Un momento, se lo diré al Sr. Obispo.
Subí aprisa las escaleras de mármol blanco, entré en el despacho de Su Excelencia, no sin antes llamar con ligereza.

            Ha telefoneado el Sr. Gobernador y dice que está en Badajoz un Ministro y quieren visitarlo, desean  saber a qué hora pueden venir.
            ¿Y qué le has dicho?
            Que se lo consultaría a Usted.
            ¡Pero hombre, que has hecho! Dile que cuando él quiera. Abre las puertas de par en par.

Bajé aprisa las escaleras. Se lo comuniqué al Sr. Gobernador tal como me dijo el Sr. Obispo.

Al poco rato se presentaban ambos en el Obispado. Les acompañé hasta el despacho. Entramos. Miré al Gobernador a los ojos y, casi al mismo tiempo, al Ministro, extendí la mano derecha:
            Sr. Gobernador, Sr. Ministro: su Excelencia el Sr. Obispo de Badajoz, al mismo tiempo que a éste dirigía mi mano y mi vista.
Me quedé mirando al Obispo:
Hice los mismos ademanes hacia al Sr. Obispo y a los dos Sres. visitantes:
            Sr. Obispo: El Señor Gobernador de la Provincia de Badajoz, el Sr. Ministro de la Vivienda de España.
            ¡Ya los conozco! Exclamó el Sr. Obispo, haciendo un suave movimiento con la cabeza. Se saludaron.

         La respuesta del prelado me quedó atónito. Yo pensaba que tenía que decir alguna frase protocolaria, la contestación me pareció a mí muy vulgar. Masticando ese pensamiento, les hice una pequeña reverencia y bajé a la portería. Eran costumbres de otros tiempos. Ya se hace, todo o casi todo, con más normalidad.

Sentado en el ancho y hermoso sillón del despacho, a D. José María se le notaba en las manos ostensiblemente las venas en la piel, los músculos y nervios no se podían advertir porque estaba, como siempre, cubierto de mucha ropa, pero se le adivinaban flojos en cualquier gesto que hacía.

Cuando se levantaba del sillón y se movía, cuando  hacía gestos expresivos con la cabeza y accionaba con brazos y manos, lo hacía con suavidad y elegancia, que disimulaba su dolencia. Pero cuando alargaba su mano diestra para dar a besar el hermoso anillo episcopal que llevaba en uno de sus dedos, aparecía su piel salpicada de manchas café con leche.

Aunque su físico estaba ya muy debilitado, en su mente no se advertía alteración alguna, estaba muy capacitado para discurrir y decidir. Todos los asuntos los despachaba en el Obispado, solo salía a la Catedral para alguna ceremonia muy excepcional.

BREVE HISTORIAL  DE DON JOSÉ MARÍA ALCARAZ

El obispo José María Alcaraz y Alenda nació  en Aspe (Alicante) el 23 de abril de 1877.
Hizo los estudios sacerdotales  en Orihuela, durante los años 1890-1897. Es enviado a Roma y prosigue los de Filosofía, Teología y Derecho Canónigo durante los años 1897-1903, obteniendo el grado de Doctor en las tres facultades. El 21 de julio de 1901 es ordenado de Presbítero en la capilla del Pontificio Colegio Español de san José.
Previa oposición, el 22 de diciembre de 1916 es elegido Canónigo Penitenciario de Orihuela, posesionándose el  4 de enero del siguiente año 1917.
Desde el 1 de marzo de 1923 es Secretario de Cámara y Gobierno y Canciller de aquel Obispado. El 7 de mayo de 1926 fue nombrado Consiliario Diocesano de la Acción Católica de la Mujer.
El  14 de enero de 1930 se le comunicaba haberse firmado el Real Decreto de presentación para la diócesis de Badajoz. Fue preconizado el 13 de marzo. Por Decreto de la Sagrada Congregación Consistorial y consagrado en la Iglesia de san Agustín de Orihuela, por el Nuncio de S.S., Mns. Federico Tedeschin y los Obispos de Orihuela y Madrid-Alcalá el 20 de julio, tomando posesión el 24 de septiembre del citado año 1930.
Estuvo 41 años de Obispo en nuestra Ciudad.
Murió el 23 de julio de 1971, a los 94 años de edad. Enterrado en la Capital Pacense.

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