miércoles, 23 de enero de 2019

Cataratas





                            CATARATAS
En el verano del año 1975, veía yo a D. Doroteo, en su casa de Huelde, rezando el breviario, sentado ante la mesa del despacho, a donde apoyaba el libro,  utilizando una potente lupa para ver los salmos y oraciones propios del día. Y es que hacía un tiempo iba perdiendo visión.


Cuando regresamos a Badajoz, hablé con el doctor don Juan Torres, un oculista de tan buena fama que trascendía las fronteras pacenses y, además, buen cristiano y buen amigo. Nos dio una cita para su consulta. Eran las seis de la tarde de un día de Octubre. El Sr. Obispo tendido en una de las máquinas que tienen estos especialistas y don Juan observándole con detenimiento los ojos.
  Cataratas muy avanzadas en los dos ojos, debe usted operarse.

Operación.
Preparamos todo el papeleo necesario para ingresar  en la “Clínica 18 de Julio” en Badajoz. La operación había de ser el día 20 de Noviembre. Tomó la medicación necesaria durante varios días e ingresó el día 19 de Noviembre en la Clínica. En la mañana del día 20 de Noviembre de 1975, a primeras horas, ya estaba la intervención quirúrgica terminada. Le dijeron que tenía que permanecer en cama, con los ojos tapados, tendido boca arriba y sin mover la cabeza. En esos tiempos era la mejor manera de hacerlo para que el resultado de la operación tuviera éxito. Así estuvo durante quince días. Yo debía estar pendiente de él para que no se moviera y de atender a las continuas visitas que se presentaban.

A las horas de la comida, me sustituiría una de las señoritas del Instituto Secular Hogar de Nazaret, especialmente la Superiora, Dª María Gragera.


Muere Franco.
Esa misma mañana del día 20, oímos la noticia: El General Franco había muerto. A las 10 horas se oía, por todas las emisoras de radio, la voz del Presidente de Gobierno, Arias Navarro, comunicando que “el Generalísimo Francisco Franco” había fallecido y leía su mensaje póstumo a los españoles. Hablaba con tristeza y con temblorosa emoción. Dª María Grajera, sacerdotes y otras muchas personas que venían a interesarse por la salud del Prelado, reiteraban la noticia, manifestando que habían visto por televisión al Presidente del Gobierno con vestimenta completamente de luto y con semblante triste mientras lanzaba el “mensaje de despedida”.

El Sr. Obispo no debía moverse, no debía hacer gestos, podían perjudicar el éxito de la operación. Comuniqué al Vicario General de la Diócesis, D. Aquilino Camacho,  el estado en que se encontraba Su Excelencia y él, como hombre responsable y curtido en estos asuntos, se encargara de las obligaciones pertinentes en telegramas y cartas. Todo alcanzó el resultado  deseado, según estas circunstancias requieren.
Al cabo de medio mes, el Sr. Obispo estaba perfectamente y continuó su trabajo apostólico.


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