CATARATAS
En el verano del
año 1975, veía yo a D. Doroteo, en su casa de Huelde, rezando el breviario,
sentado ante la mesa del despacho, a donde apoyaba el libro, utilizando una potente lupa para ver los
salmos y oraciones propios del día. Y es que hacía un tiempo iba perdiendo
visión.
Cuando regresamos
a Badajoz, hablé con el doctor don Juan Torres, un oculista de tan buena fama
que trascendía las fronteras pacenses y, además, buen cristiano y buen amigo.
Nos dio una cita para su consulta. Eran las seis de la tarde de un día de
Octubre. El Sr. Obispo tendido en una de las máquinas que tienen estos
especialistas y don Juan observándole con detenimiento los ojos.
– Cataratas muy avanzadas en los dos ojos, debe
usted operarse.
Operación.
Preparamos todo el
papeleo necesario para ingresar en la
“Clínica 18 de Julio” en Badajoz. La operación había de ser el día 20 de
Noviembre. Tomó la medicación necesaria durante varios días e ingresó el día 19
de Noviembre en la Clínica. En la mañana del día 20 de Noviembre de 1975, a primeras horas, ya
estaba la intervención quirúrgica terminada. Le dijeron que tenía que
permanecer en cama, con los ojos tapados, tendido boca arriba y sin mover la
cabeza. En esos tiempos era la mejor manera de hacerlo para que el resultado de
la operación tuviera éxito. Así estuvo durante quince días. Yo debía estar
pendiente de él para que no se moviera y de atender a las continuas visitas que
se presentaban.
A las horas de la comida, me
sustituiría una de las señoritas del Instituto Secular Hogar de Nazaret,
especialmente la Superiora, Dª María Gragera.
Muere Franco.
Esa misma mañana
del día 20,
oímos la noticia: El General Franco había muerto. A las 10 horas se oía, por
todas las emisoras de radio, la voz del Presidente de Gobierno, Arias Navarro,
comunicando que “el Generalísimo Francisco Franco” había fallecido y leía su
mensaje póstumo a los españoles. Hablaba con tristeza y con temblorosa emoción.
Dª María Grajera, sacerdotes y otras muchas personas que venían a interesarse
por la salud del Prelado, reiteraban la noticia, manifestando que habían visto
por televisión al Presidente del Gobierno con vestimenta completamente de luto
y con semblante triste mientras lanzaba el “mensaje de despedida”.
El Sr. Obispo no
debía moverse, no debía hacer gestos, podían perjudicar el éxito de la
operación. Comuniqué al Vicario General de la Diócesis, D. Aquilino
Camacho, el estado en que se encontraba
Su Excelencia y él, como hombre responsable y curtido en estos asuntos, se
encargara de las obligaciones pertinentes en telegramas y cartas. Todo alcanzó
el resultado deseado, según estas
circunstancias requieren.
Al cabo de medio mes, el Sr.
Obispo estaba perfectamente y continuó su trabajo apostólico.
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