SANDOMIERZ
La joven del siglo XVII.
Tenía grandes deseos de visitar Sandomierz, ciudad al
sudeste de POLONIA. Me habían hablado de
que encontraría cosas espectaculares. Y fuimos.
Mientras el coche serpenteaba por
carreteras estrechas, me contaban que una joven de 17 años, de familia rica,
llevaba una vida honesta y sencilla. Con gran belleza física. La miraban con
simpatía los jóvenes de la ciudad. Con especial agrado contemplaba a uno de
ellos.
Era en el siglo XVII, por los años
1680. Los padres quisieron unirla a un acaudalado y le obligaron a casarse con
un anciano, que poseía gran fortuna. Se entristecía la joven con tal
proposición. Tanta fue la angustia que murió. Y a esa joven puedes ver,
Cristino.
- “¿Qué?”, contesté extrañado.
- “¡Que la podrás ver!”
Aquello avivó más mi ansiedad por
llegar a la ciudad.
Cuando paró el coche, anduvimos
aprisa por aquellas vetustas calles, hasta llegar a una plazuela. Había una pequeña
iglesia. En la fachada tenía una figura de san José en azulejos, con una
leyenda. Mientras intentaba yo descifrar aquellas palabras polacas, desapareció
mi interprete. Quedé yo confuso. Miraba yo a la izquierda, a la derecha y a
todos lados. Por fin, vi que salía de una vivienda acompañado de una monja.
Esta religiosa era muy joven, con hábito negro, de sublime humildad en sus
andares y en su rostro. Cuidaba la Iglesia.
JOVEN DEL SIGLO XVII
Entramos. Contemplamos los altares,
los cuadros y las imágenes. Todo
sumamente limpio. Nos hizo bajar a un sótano. Un amplio recinto y en el centro
un ataúd de cristal.
–“Acérquese”, me dijeron.
Observé a una joven dentro del
ataúd, vestida, con una cara risueña,
como a
si estuviera
viva. Su cara, pies y manos tenían la piel como cuero curtido.
-“La hemos cubierto de cristal, porque
las gentes querían tocarla constantemente”, me dijo la monja.
En la pared, dos paneles explicaban
la vida de la joven.
Me quedé contemplando aquella
singular exhibición, entre paredes cuidadosamente blanqueadas.
La monja me miró: “Si recibe algún
beneficio por mediación de ella, le ruego nos lo comunique, pues estamos
recopilando datos para su beatificación.” Una intérprete me lo explicó con
palabras entrecortadas.
Quedé impresionado, no solo por lo
que veía, también por la delicadeza de la monja. Es un gozo tratar con estas religiosas por su atención, su sencillez y dulzura en el
trato.
LA CATEDRAL
Marchamos a la Catedral. Hermosa
Iglesia de planta basilical. Nos atendió
un hombre que devotamente rezaba el rosario. Era el sacristán. Con el rosario
entre sus manos, nos fue enseñando y explicando el Coro, la vida de los
Canónigos y los Altares.
Cristino
Portalo Tena
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