El perdón de Dios
Dios nos habla y se revela así mismo a lo
largo de la historia de la Salvación. En su actuar manifiesta cómo es y lo que
quiere para nosotros, se compadece de los hombres hasta con ternura materna.
Isaías. Profeta que vivió en el siglo octavo antes
de Cristo, por los años 750 antes de Cristo.
Dice en el capítulo 49, versículos 15 y 16:
Isaías, que representaba a Sión,
su pueblo, dijo: Jehová, mi Dios,
me ha desamparado, y mi Señor se ha olvidado de mí.
Y Dios le contesta: ¿Acaso se olvidará la mujer de su niño
de pecho y dejará de compadecerse del hijo de su vientre? Pues, aunque se
olviden ellas, yo no me olvidaré de ti.
Fijémonos con que amor lo dice Dios, cómo se entrega a
los hombres, que son sus hijos. Hasta con amor materno. Es que Dios manifiesta
siempre ternura y amabilidad.
Pero fue en su Hijo Jesucristo, el Dios encarnado, donde se expresa de
un modo vivo, lo que Dios es. Cristo manifiesta
el Rostro de Dios con sus palabras, con sus obras y su vida.
Contemplando a Cristo experimentamos el rostro verdadero de Dios. El Dios
misericordioso nos sale al encuentro para darnos paz y alegría.
Pongamos
algunos ejemplos.
La
samaritana.
En
el Evangelio de san Lucas Capítulo 7, versos del 36
al 50:
Nos cuenta que uno de los
fariseos rogó a Jesús que comiese con él (LO INVITÓ A COMER). Y habiendo
entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
Entonces una mujer de la
ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del
fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus
pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus
cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. (El papa san Gregorio
I en una homilía, por el año 570, dice que se trata de María Magdalena
de quien expulsó siete demonios).Cuando vio esto el fariseo que le había
convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de
mujer es la que le toca, que es pecadora.
Entonces respondiendo Jesús, le
dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro.
Un acreedor tenía dos deudores:
el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;
Y no teniendo ellos con qué
pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?
Respondiendo Simón, dijo:
Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.
Y vuelto a la mujer, dijo a
Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies;
además ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus
cabellos.
No me diste beso; mas ésta,
desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
No ungiste mi cabeza con aceite;
mas ésta ha ungido con perfume mis pies.
Por lo cual te digo que sus
muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero aquel a quien se le
perdona poco, poco ama.
Entonces Jesús dijo a la mujer:
Tu fe te ha salvado, vete en paz.
Así obra Dios con nosotros.
Quiere darnos la paz, la alegría.
Así
es Cristo. Además de evitar los errores hemos de aprender a amar, creyendo que
más grande que nuestra torpeza es la misericordia del Señor, la Misericordia
divina.
Acudamos,
pues, a Dios, que Él nos ama.
Hijo Pródigo
También dijo: Un hombre tenía
dos hijos;
y el menor de ellos dijo a su
padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió
los bienes.
No muchos días después,
juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí
desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
Y cuando todo lo hubo
malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.
Y fue y se arrimó a uno de los
ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que
apacentase cerdos.
Y deseaba llenar su vientre de
las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
Y volviendo en sí, dijo:
¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí
perezco de hambre!
Me levantaré e iré a mi padre,
y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
Ya no soy digno de ser llamado
tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
Y levantándose, vino a su
padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia,
y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
Y el hijo le dijo: Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
Pero el padre dijo a sus
siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y
calzado en sus pies.
Y traed el becerro gordo y
matadlo, y comamos y hagamos fiesta;
porque
este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y
comenzaron a regocijarse.
Y su hijo mayor estaba en el
campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas……….
Y
llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Él le dijo: Tu hermano ha
venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno
y sano.
Entonces se enojó, y no quería
entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
Mas él, respondiendo, dijo al
padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca
me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.
Pero cuando vino este tu hijo,
que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro
gordo.
Él entonces le dijo: Hijo, tú
siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
Mas era necesario hacer fiesta
y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había
perdido, y es hallado.
En esta parábola Jesús nos manifiesta que, en
ocasiones, nos apartamos de nuestro Dios. Pero Él sigue amándonos. Y espera que
volvamos a Él. Y lo celebra con alegría.
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