domingo, 24 de febrero de 2019

El perdón de Dios






    
 El perdón de Dios

Dios nos habla y se revela así mismo a lo largo de la historia de la Salvación. En su actuar manifiesta cómo es y lo que quiere para nosotros, se compadece de los hombres hasta con ternura materna.

Isaías. Profeta que vivió en el siglo octavo antes de Cristo, por los años 750 antes de Cristo.
Dice en el capítulo 49, versículos 15 y 16:

  Isaías, que representaba a Sión,  su pueblo,  dijo: Jehová, mi Dios, me ha desamparado, y mi Señor se ha olvidado de mí.
 Y Dios le contesta: ¿Acaso se olvidará la mujer de su niño de pecho y dejará de compadecerse del hijo de su vientre? Pues, aunque se olviden ellas, yo no me olvidaré de ti.

  He aquí que en las palmas de mis manos te tengo grabada; delante de mí están siempre tus muros.
Fijémonos con que amor lo dice Dios, cómo se entrega a los hombres, que son sus hijos. Hasta con amor materno. Es que Dios manifiesta siempre ternura y amabilidad.


Pero fue en su Hijo Jesucristo, el Dios encarnado, donde se expresa de un modo vivo, lo que Dios es. Cristo manifiesta  el Rostro de Dios con sus palabras, con sus obras y su vida. Contemplando a Cristo experimentamos el rostro verdadero de Dios. El Dios misericordioso nos sale al encuentro para darnos paz y alegría.

Pongamos algunos ejemplos.
La samaritana.

En el Evangelio de san Lucas Capítulo 7, versos del  36 al 50:

Nos cuenta que uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él (LO INVITÓ A COMER). Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.

Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. (El papa san Gregorio I en una homilía, por el año 570, dice que se trata de María Magdalena de quien expulsó siete demonios).Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.

Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro.

Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;
Y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?

Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.

Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; además ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos.
No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies.
Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero aquel a quien se le perdona poco, poco ama.
Entonces Jesús dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vete en paz.

Así obra Dios con nosotros. Quiere darnos la paz, la alegría.

Así es Cristo. Además de evitar los errores hemos de aprender a amar, creyendo que más grande que nuestra torpeza es la misericordia del Señor, la Misericordia divina.
Acudamos, pues, a Dios, que Él nos ama.


Hijo Pródigo
También dijo: Un hombre tenía dos hijos;
y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes.

No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.
Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos.

Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.

Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!
Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.

Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.

Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.

Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. 
Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta;
porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.

Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas……….

Y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.

Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.
Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.

Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.
 
En  esta parábola Jesús nos manifiesta que, en ocasiones, nos apartamos de nuestro Dios. Pero Él sigue amándonos. Y espera que volvamos a Él. Y lo celebra con alegría.

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