VISITA DE DOS MINISTROS
(Eran otros tiempos)
D. José María Alcaraz y Alenda era ya un anciano, estaba de Obispo Titular de Badajoz a partir del año 1930. Ahora, desde hace años, su ciclo vital humano estaba en decrepitud. Cualquier dolencia, por muy simple que fuera, se le agravaba y tenía que ser atendido con un cuidado especial por su médico de cabecera, el doctor Encinas de la Rosa.
Convivían
con él su Capellán, el sacerdote D. Valentín Sánchez Merino y Pepe Ferreras,
un joven que estuvo de paje familiar
desde que era pequeño. Ambos tenían un cuidado esmerado con el Sr. Obispo D.
José María. Siempre pendientes de él para lo que necesitara.
Recuerdo que en
el año 1953, el último año de mi carrera, cuando en el verano marchó de
vacaciones su Capellán, D. Valentín, se acercó a mi casa el paje familiar. Era
por la tarde:
• Dice el Sr. Obispo que vayas.
• ¿Yo? ¿Y qué desea de mí?
• No sé, pero me ha dicho que vayas
allá.
Me puse la
sotana, los mejores zapatos que tenía, me limpié las uñas pues sabía lo que se
fijaba en los detalles. Y allí me presenté.
Le saludé
respetuosamente y me contestó con una sonrisa, de las que solía verle solamente
cuando iba al Seminario Diocesano a visitarnos, siendo yo muy niño.
• Siéntate, que vamos a rezar el Santo
Rosario –me dijo.
Frente a frente,
sentado él en brillante butacón y yo en una silla elegante, separados por la
mesa del despacho, estuvimos rezando el Rosario. Cuando terminamos, levantó la
vista y mirándome fijamente, me soltó con la parsimonia que él solía hacerlo:
• Ven todas las tardes para acá. Y por
las mañanas, atiende a las visitas.
Tuve que aprender los necesarios protocolos.
LA VISITA
Un día sonó el
teléfono:
• ¿Diga?
• Soy el Gobernador de la Provincia.
Ha venido de Madrid el Sr. Ministro de la Vivienda y quiere cumplimentar al Sr.
Obispo, dígame cuándo podemos ir.
• Un momento, se lo diré al Sr.
Obispo.
Subí aprisa las
escaleras de mármol blanco, entré en el despacho de Su Excelencia, no sin antes
llamar con ligereza.
• Ha telefoneado el Sr. Gobernador y
dice que está en Badajoz un Ministro y quieren visitarlo, desean saber a qué hora pueden venir.
• ¿Y qué le has dicho?
• Que se lo consultaría a Usted.
• ¡Pero hombre, que has hecho! Dile
que cuando él quiera. Abre las puertas de par en par.
Bajé aprisa las
escaleras. Se lo comuniqué al Sr. Gobernador tal como me dijo el Sr. Obispo.
Al poco rato se
presentaban ambos en el Obispado. Les acompañé hasta el despacho. Entramos.
Miré al Gobernador a los ojos y, casi al mismo tiempo, al Ministro, extendí la
mano derecha:
• Sr. Gobernador, Sr. Ministro: su
Excelencia el Sr. Obispo de Badajoz, al mismo tiempo que a éste dirigía mi mano
y mi vista.
Me quedé mirando
al Obispo:
Hice los mismos
ademanes hacia al Sr. Obispo y a los dos Sres. visitantes:
• Sr. Obispo: El Señor Gobernador de
la Provincia de Badajoz, el Sr. Ministro de la Vivienda de España.
• ¡Ya los conozco! Exclamó el Sr. Obispo,
haciendo un suave movimiento con la cabeza. Se saludaron.
La respuesta del prelado me quedó
atónito. Yo pensaba que tenía que decir alguna frase protocolaria, la
contestación me pareció a mí muy vulgar. Masticando ese pensamiento, les hice
una pequeña reverencia y bajé a la portería. Eran costumbres de otros tiempos.
Ya se hace, todo o casi todo, con más normalidad.
Sentado en el
ancho y hermoso sillón del despacho, a D. José María se le notaba en las manos
ostensiblemente las venas en la piel, los músculos y nervios no se podían
advertir porque estaba, como siempre, cubierto de mucha ropa, pero se le
adivinaban flojos en cualquier gesto que hacía.
Cuando se
levantaba del sillón y se movía, cuando
hacía gestos expresivos con la cabeza y accionaba con brazos y manos, lo
hacía con suavidad y elegancia, que disimulaba su dolencia. Pero cuando
alargaba su mano diestra para dar a besar el hermoso anillo episcopal que
llevaba en uno de sus dedos, aparecía su piel salpicada de manchas café con
leche.
Aunque
su físico estaba ya muy debilitado, en su mente no se advertía alteración
alguna, estaba muy capacitado para discurrir y decidir. Todos los asuntos los
despachaba en el Obispado, solo salía a la Catedral para alguna ceremonia muy
excepcional.
BREVE HISTORIAL DE
DON JOSÉ MARÍA ALCARAZ
El
obispo José María Alcaraz y Alenda nació
en Aspe (Alicante) el 23 de abril de 1877.
Hizo
los estudios sacerdotales en Orihuela,
durante los años 1890-1897. Es enviado a Roma y prosigue los de Filosofía,
Teología y Derecho Canónigo durante los años 1897-1903, obteniendo el grado de
Doctor en las tres facultades. El 21 de julio de 1901 es ordenado de Presbítero
en la capilla del Pontificio Colegio Español de san José.
Previa
oposición, el 22 de diciembre de 1916 es elegido Canónigo Penitenciario de
Orihuela, posesionándose el 4 de enero
del siguiente año 1917.
Desde
el 1 de marzo de 1923 es Secretario de Cámara y Gobierno y Canciller de aquel Obispado.
El 7 de mayo de 1926 fue nombrado Consiliario Diocesano de la Acción Católica
de la Mujer.
El 14 de enero de 1930 se le comunicaba haberse
firmado el Real Decreto de presentación para la diócesis de Badajoz. Fue
preconizado el 13 de marzo. Por Decreto de la Sagrada Congregación Consistorial
y consagrado en la Iglesia de san Agustín de Orihuela, por el Nuncio de S.S.,
Mns. Federico Tedeschin y los Obispos de Orihuela y Madrid-Alcalá el 20 de
julio, tomando posesión el 24 de septiembre del citado año 1930.
Estuvo
41 años de Obispo en nuestra Ciudad.
Murió
el 23 de julio de 1971, a los 94 años de edad. Enterrado en la Capital Pacense.